Dar la oportunidad al visitante de que haga conexiones entre la experiencia que vive en el museo y las de su propia vida.
Permitir que el visitante personalice la información que se le presenta, lo que asegura que haga propia la experiencia de aprendizaje.
Reconocer que los diferentes tipos de personas prefieren diferentes estrategias y estilos de aprendizaje y, por tanto, hay que ofrecer todas las oportunidades posibles.
Permitir una gran variedad de puntos de entrada (ganchos) y de salidas en la exhibición, que permitan a los visitantes seleccionar los puntos que mejor se ajusten a sus necesidades personales.
Presentar los temas complejos en etapas progresivas, de manera que el visitante pueda seleccionar el nivel y la complejidad de la información que necesita y desea.
Tener como una meta importante el reforzar conocimientos previos y, ocasionalmente, ayudar a reconstruir comprensiones, actitudes y conductas.
Introducir la emoción en la experiencia de aprendizaje, con humor, discrepancias, finales inconclusos, interacciones humanas, etcétera.
Hacer las experiencias de aprendizaje gratas y entretenidas. Tener claro que la diversión y el aprendizaje no son excluyentes, sino que la presencia de ambos es esencial para lograr experiencias de calidad en los museos.
Buscar diseños que aseguren que lo que se va a aprender de un conjunto se relacione claramente con las necesidades e intereses de la persona. Para empezar, debemos propiciar que: al participar en la experiencia de aprendizaje el invitado tenga la sensación de ser respetado; que el valor personal y los beneficios que le proporcionen el participar en la experiencia de aprendizaje estén muy claros.
Proporcionar retos y recompensas a las habilidades que el visitante haya auto definido.